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La cereza es el fruto del cerezo (Prunus avium), árbol de la misma familia botánica (Rosáceas) que otras frutas igualmente sabrosas como el melocotón, el albaricoque y la ciruela.

Procede de Asia Menor, de la zona comprendida entre el mar Negro y el mar Caspio, donde aún se encuentran variedades silvestres. Esta fruta era muy apreciada desde hace siglos por griegos y romanos, quienes extendieron su cultivo por regiones muy diversas y así llegó a España, alcanzando un rápido desarrollo durante la expansión árabe.

El origen etimológico del término «cereza» es objeto de controversia. Una de las hipótesis más creíbles asegura que este término procede del griego «kérasos», nombre con el cual los griegos denominaban a esta fruta. Más tarde, los romanos adoptaron este nombre y lo hicieron propio llamando a esta fruta «cerasus», de donde derivaría al término actual.

Se puede hablar de dos especies de cerezas: las cerezas dulces (Prunus avium) y las guindas o cerezas ácidas (Prunus cerasus). Las variedades dulces son ideales para consumirlas al natural y así poder apreciar mejor su sabor y aprovechar sus ventajas nutritivas, aunque también resultan excelentes para preparar mermeladas, confituras y adornar pasteles o tartas.

Las variedades más ácidas, como las guindas, resultan muy adecuadas para cocinar, preparar salsas, sorbetes, en confitería y para la elaboración de conservas y mermeladas.

En España se cultivan infinidad de variedades de cereza, destacando en cuanto a producción las provincias de Alicante, Castellón, Barcelona, Zaragoza, Navarra y, la comarca del Jerte, al norte de la provincia de Cáceres. Actualmente la cuarta parte de las cerezas que se recogen en España poseen la denominación de origen de «Jerte» o «Valle de Jerte». Su especialidad es la picota, aunque también existen otras variedades lo que permite escalonar la recogida desde mayo hasta julio. Las picotas son variedades de cerezas dulces más resistentes que se venden sin rabo.

 

Propiedades nutricionales y beneficios para nuestra salud de la cereza

Las cerezas aportan pocas calorías, sólo 58 kcal por 100 g. Presentan un alto contenido en vitaminas, sobre todo vitamina A (en forma de betacaroteno) y vitamina C, y también hidratos de carbono, calcio, potasio y magnesio.

La fibra que contienen les confiere un carácter laxante y «depurativo» del organismo. Las cerezas más oscuras son más ricas en hierro, magnesio y potasio que las variedades más claras.

Además, la cereza contiene pequeñas cantidades de otros componentes no nutritivos, entre ellos, ácidos orgánicos, tales como el ácido salicílico, málico, succínico y cítrico, especialmente las cerezas de color rojo claro y la guinda o cereza ácida que los contiene aún en mayor proporción, y flavonoides, como los antocianos y el ácido elágico, sustancias que la dotan de excelentes propiedades antioxidantes beneficiosas para el organismo.

Los antocianos son unos pigmentos responsables de ese color rojo tan característico y se encuentran en mayor concentración en las cerezas que en ninguna otra fruta, principalmente en su pulpa. Además de ser colorantes, presentan una eficaz acción antioxidante que retrasa el envejecimiento celular y la aparición de enfermedades degenerativas (cardiovasculares, osteoporosis…) y el cáncer. Este poder anticancerígeno se ve potenciado por la presencia del ácido elágico y otros componentes (alcohol perílico, entre ellos).

Su composición convierte a la cereza en un alimento muy sano que resulta aconsejable en casos de:

  • Obesidad, estreñimiento y retención de líquidos, debido al efecto saciante, laxante y diurético que produce su ingesta gracias su contenido en fibra soluble, potasio y agua, así como su bajo aporte en sodio y grasa.
  • Diabetes. Las cerezas son bien toleradas por las personas diabéticas debido a su contenido en fructosa o levulosa. Sin embargo, no hay que olvidar su alto porcentaje en azúcares, por lo que conviene, en estos casos, moderar su consumo.
  • Afecciones crónicas como artritis reumatoide, reumatismo crónico, enfermedades cardiovasculares y en periodos de convalecencia por su contenido en ácido salicílico y sustancias flavonoides, como los antocianos, de acción antioxidante.
  • Niveles altos de ácido úrico o ataques de gota. Desde hace siglos a las cerezas se les relaciona con el tratamiento y prevención de la gota. Parece demostrado que comer de 15 a 25 cerezas al día, contribuye a normalizar los niveles altos de ácido úrico en sangre, previniendo eficazmente la frecuencia y aparición de los ataques de gota.

 

Consejos para la compra y conservación de la cereza

Al tratarse de una fruta que no madura fuera del árbol, antes de adquirirlas hay que asegurarse de que estén en su punto óptimo de madurez.

Hay que elegir aquellas que resulten pesadas, de piel brillante, consistencia firme y tallo verde y fresco. La firmeza de la pulpa es indicativa de su calidad ya que permite conocer si la cereza ha sido recolectada en el momento óptimo.

Lo más recomendable es consumirlas enseguida o elaborar lo antes posible el plato en que se tenga pensado utilizar. Si no es así, se deben guardar en el frigorífico, no lavándolas hasta el momento en que vayan a consumirse ya que tienen tendencia a formar moho.

También hay que evitar ponerlas cerca de otros alimentos que despidan un olor intenso ya que suelen absorber fácilmente los olores.

 

Distintos usos de la cereza

Las cerezas se consumen como fruta fresca, pero también se usan en la elaboración de tartas, mermeladas y compotas. Se usan confitadas en forma de guindas, y en aguardiente de vino.

Las cerezas resultan especialmente sabrosas cuando se mezclan con el chocolate, como queda demostrado en el famoso pastel alemán conocido como Selva Negra. La Tarta de guindas de la Selva Negra está elaborada con varias capas de masa de bizcocho de chocolate, con guindas casi negras y nata montada, rematado con una pequeña cantidad de licor de guindas por encima.

Las cerezas, especialmente las más ácidas, son excelentes para hacer una salsa que acompaña muy bien a la carne de caza, especialmente la carne de pato y jabalí, dándole un singular toque agridulce. Se usan también para dar sabor a guisados de cerdo o solomillo.

La elaboración de licores de cereza también es algo habitual. De las cerezas se obtiene un vino de cerezas, que destilado proporciona un exquisito licor denominado kirsch. Además, las guindas y las cerezas también se conservan, si así se desea, en aguardiente.

Las flores se usan como decoración especialmente en Japón, donde la flor del cerezo (sakura) es símbolo de la cultura nacional, que tiene especial relevancia en el festival de Hanami, que se realiza cada año y donde se reúnen familias enteras y pasan el día bajo los cerezos para observar de la belleza de las flores.

También en nuestro país podemos asistir al bello espectáculo que ofrecen los cerezos. La floración del Valle del Jerte se encuentra entre los mayores espectáculos que puede ofrecer la naturaleza cada año.

La madera del cerezo se usa en ebanistería por su calidad.

 

 

La Flor de Sakura y otras leyendas

Un cerezal japonés en plena floración se caracteriza por el tono rosáceo de sus flores, frente al blanco de otras especies de cerezo, como los del Valle del Jerte. La leyenda de Sakura trata de explicar el porqué de este color.

Sakura era una joven unida con un noble japonés por un matrimonio concertado. Al comenzar la guerra, su esposo es reclutado y parte a la batalla tras regalarle un cerezo.

Después de un tiempo, la joven pierde la esperanza de volver a verle y se enamora del joven jardinero que cuida el  cerezo. Desafortunadamente, su felicidad será efímera. A su regreso de la guerra, el soldado descubre la traición de Sakura y acaba con su vida y la del jardinero al pie del cerezo. El esposo, dolido, manda cortar el árbol, pero cuando se disponen a hacerlo, observa que las flores blancas han cambiado a un hermoso tono rosáceo. Se debe a la sangre de los amantes, derramada al pie del árbol. Emocionado por su belleza, el noble decide evitar la tala del árbol para poder admirar su hermosura.

Un zar ruso en el Valle del Jerte

No es necesario salir de nuestras fronteras para encontrar leyendas relacionadas con cerezos. Con más de un millón y medio de ejemplares, el Valle del Jerte también cuenta con su particular leyenda sobre el origen de sus campos de cerezos y zonas de cerezal. La mitología popular dice que un zar ruso que buscaba un lugar de reposo en la Península encontró el lugar ideal en el Valle del Jerte. Pese a que el entorno era ideal para el descanso, su esposa sentía nostalgia de su tierra, lo cual la entristecía profundamente. Entonces, al zar se le ocurrió que, para acabar con la tristeza de su esposa, cultivaría un cerezal que con las flores de sus árboles tiñera de blanco los camposdel mismo modo que la nieve lo hacía en su tierra. De este modo, cada primavera, la zarina al ver el campo “nevado” del Jerte podía sentirse como en su tierra.

Y para finalizar, queremos dejaros con un acertijo:

A un cerezo subí, ¡qué cerezas tenía!
Cerezas no comí.
Cerezas no dejé.
¿Cuántas cerezas había?

Solución: Subiste a un cerezo que tenía dos cerezas. No comiste «cerezas» en plural, sino sólo una «cereza», por lo que dejaste una en el árbol.

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